¿Imagen de que…?
Después de leer un (buen) libro para aprender a hablar en público, me quedé pensando en algunos conceptos que me llamaron la atención, como por ejemplo cuando el autor dice que “La Imagen es percepción… es la manera en que los demás nos perciben… esto quiere decir que ¡nosotros no somos dueños de nuestra imagen! Pues nuestra imagen vive en la cabeza de los demás”. Alvaro Gordoa, Método H.A.B.L.A.
Viene a mí el recuerdo de cuando era niño y del lunes en que iniciaron las clases en el Jardín de Niños, instalado sobre calzada de Tlalpan, me acuerdo que esa vez sentí que mi madre me había llevado allí, con la intención de abandonarme. Así que me resistí a ingresar, pataleé y me sujeté de los barrotes de las rejas sin de dejar de llorar y de gritar. Hasta que oí a varias maestras decir que así no me podían recibir.
En ese momento no pude ver la cara de mi madre, trabada de coraje y de vergüenza por mis actitudes de rechazo a la escuela. Recibiendo la percepción de otros padres de familia, en forma de muestras de empatía mientras le decían: ”así me pasó con mi hijo Paco”, “luego se acostumbran y dejan de llorar”, pero también decían “que niño tan escandaloso y chillón”.
Al llegar a la casa, mi madre me dejó encargado con mi abuela Modesta, fue por unas correas de cuero que ella llamaba “cuarta” y que usaba para controlar a los perros y me tundió con ella. En otras palabras, fijó límites, definió reglas de conducta y me estabilizó emocionalmente.
Me advirtió que si al día siguiente volvía a hacer “mi teatrito”, me volvería a tocar otra terapia igual. No le dí esa oportunidad, a partir de ese día me gustó mucho la escuela.
Esta reflexión me lleva a pensar en la imagen que les dí a mis compañeritos, a mis maestras y a mis padres…en el mal momento que le hice pasar a mi madre, también vuelvo a oír a unos compañeros que días después me preguntaban si había llorado porque me daba miedo la escuela.
Comienzo a recordar otras situaciones que tengo grabadas en mi memoria, en las cuales mis actitudes me incomodaron y otras en las que me llenaron de satisfacción como: ¡Cuando me titulé!. ¡Cuando me casé!, ¡Cuando nació mi primer hijo! ¡Cuando nació mi niña! ¡Cuando nació mi hijo el menor! ¡Cuándo se fueron titulando! ¡Cuando me jubilé!
Siempre me dije que no me importaba la imagen que tuvieran los demás sobre mi persona, pero ahora que hago un recuento de las situaciones por las que he pasado me doy cuenta que me guste o nó, de cualquier manera mi reflejo ha estado presente en las personas que me llegaron a conocer.
Por supuesto que la percepción acerca de mí va cambiando de una persona a otra. Me hubiera gustado poder preguntar a mis padres: ¿Cuál es la percepción final que ustedes tienen de mí ? Pero ya no es posible, ellos se han ido.
Sin embargo, pregunté a mi hermana quien me conoció cuando era estudiante me dice que ella pensaba que yo no iba a terminar mi carrera y menos que pudiera llegar a titularme. Los que me conocieron cuando era soltero me dicen “ya estábamos pensando mal de ti”, “soltero maduro, joto seguro” juar, juar. Quienes fueron mis compañeros de trabajo me dicen: eras un buen empleado, aunque no sabemos porque te imaginábamos como emprendedor.
Y me pregunto ¿cómo me vió y me ha visto mi familia?, mi esposa me dice que al principio le molestaba que yo estuviera todo el tiempo con una sonrisa en mi rostro, “enseñando la mazorca”, pero ahora está convencida de que prefiere verme sonreír porque si no lo hago, las arrugas en mis arrugas me hacen ver enojado. Mi hijo el mayor opina: eres un buen respaldo para nosotros, especialmente para mí, cuando quiero comentar algo sin que me critiquen, te lo platico primero a ti. Mi hija dice que a ella le gusta que hayamos formado una familia y que yo siga viviendo con su mamá, porque ella ha sabido de algunos de sus compañeros de estudios y amigos, que sus padres ya se divorciaron o se separaron. Dice que ella también quisiera formar una familia parecida.
Mi hijo el menor me dice que aunque no conoció a mis padres, él siente que debieron haber sido como yo: cariñosos, responsables, positivos y jocosos.
Por eso aunque digamos que no nos importa lo que los demás piensen de nosotros, es importante que observemos como lo sugiere el Maestro Alvaro Gordoa, y que veamos cual es el reflejo de nuestra imagen en quienes reciben nuestras palabras. No necesitamos ser políticos, artistas, o figuras sobresalientes para muchos, cuando ya lo somos para nuestro núcleo familiar.